Miedo
Miedo
Mil veces he intentado
decirte que te quiero,
mas la ardorosa confesión, mi vida,
se ha vuelto de los labios a mi pecho.
¿Por qué, niña? Lo ignoro,
¿Por qué? Yo no lo entiendo,
Son blandas tu sonrisa y tu mirada,
dulce es tu voz, y al escucharla tiemblo.
Ni al verte estoy tranquilo,
ni al hablarte sereno,
busco frases de amor y nos la hallo.
No sé si he de ofenderte y tengo miedo.
[…]
José Manuel Caballero Bonald
Los padres y el misterio de la muerte
Quiebra ese aire un hombre joven, acercándose al viejo:
-¡Por fin, padre! Vámonos. Siento haberle tenido esperando, pero ese director…
El viejo le mira: «¡Pobre chico! Siempre con prisa, siempre disculpándose… ¡Y pensar
que es hijo mío!».
6-Un momento… ¿Qué es eso?
-¿Eso? Los Esposos. Un sarcófago etrusco.
-¿Sarcófago? ¿Una caja para muertos?
-Sí… Pero vámonos.
-¿Les enterraban ahí dentro? ¿En eso como un diván?
-Un triclinio. Los etruscos comían tendidos, como en Roma. Y no les enterraban,
propiamente. Depositaban los sarcófagos en una cripta cerrada, pintada por dentro como
una casa.
-¿Como el panteón de los marqueses Malfarti, allá en Roccasera?
-Lo mismo… Pero Andrea se lo explicará mejor. Yo no soy arqueólogo.
-¿Tu mujer?… Bueno, le preguntaré.
El hijo mira a su padre con asombro. «¿Tanto interés tiene?» Vuelve a consultar el reloj.
-Milán queda lejos, padre… Por favor.
El viejo se alza lentamente del banco, sin apartar los ojos de la pareja.
-¡Les enterraban comiendo! -murmura admirado… Al fin, a regañadientes, sigue a su
hijo.
José Luis Sampedro, La sonrisa etrusca
la perversión de la crueldad
La restauración iba bien pero al inspeccionar las obras con sus gafas de aumento miró por casualidad su imagen de cerca. Se sobresaltó. Reculó, parpadeó, se tragó una buena cantidad de vino y volvió a mirar.
El rostro en la pared seguía siendo el suyo pero pervertido. Sus mejillas eran gordas y porcinas, su sonrisa una mueca depravada. Tenía un aspecto de suprema malignidad. Inquieto rodeó el tanque para inspeccionar los demás castillos. Cada uno era diferente, pero en el fondo era lo mismo.
Los naranjas se habían ahorrado los pequeños detalles pero el resultado seguía siendo monstruoso aborrecible: una boca brutal y unos ojos carentes de inteligencia. Los rojos le habían dotado de una sonrisa satánica, crispada. Las comisuras de los labios caían en un gesto extraño, desagradable. Los blancos, sus favoritos, habían tallado un cruel dios idiota.
George R. R. Martin, Los reyes de la arena
Los viajes y el viaje eterno
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
Kavafis